Para Flor, a quien hace muchos años escogí como mamá.
Soy un resplandor.
Como un fuego ártico, destellos de mi cuerpo se desprenden, chisporroteando en los oidos de mis más cercanos espectadores.
Soy una esquirla de luz, que fogosa se extingue, humeante y vaporosa, devorando con furia el aire en derredor.
Plasma candente, ánima purificadora, camino seguro, amarillo sobre naranja, exponente sinigual del cambio. Sólo soy un instante, luego sólo soy.
Soy temor y amigo, temblor incandescente, perenne transformador de las sombras y la materia, derrocador de reinos, compañero nocturno y permanente del poeta.
Brillo. Y el feroz felino rayado huye ante mi presencia. Pero hoy estoy aquí, danzando en la punta discreta untada de cebo, transmutando como lo hace tu andar y lo celebro en la intimidad de tu corazón, donde arderé por esa pasión por la vida que te acompaña.
Soy el resplandor.
Soy la llama en la velita.
Soy el fuego de tu existencia.