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Paradigma

08 de agosto de 2009

En tanto ella observaba detenidamente el estanque bajo la titilante luz de las estrellas, Paradigma arrastraba perezosamente sus garras contra las cortezas de los árboles. La Calva se levantó de la orilla y miró a su salvador con un afecto sincero. Admiraba sus potentes músculos, sus profundos y negros ojos, las amorfas manchas de su lomo, el vaho blanco de su aliento.

Aquel ser de fuerza imposible y profano aspecto caminó indiferente por el vado, hundiendo sus múltiples zarpas entre la hojarasca; redundante rebullía por entre los matorrales arrogantes, emitiendo parábolas de irregular factura.

Ella anhelaba con fuerza ser su amante y pasar su cuerpo entre sus brazos. Una sonrisa se dibujó en su rostro y la bestia peluda se detuvo atenta ante la seña. Durante un tiempo que pareció eterno, ambos se miraron a los ojos detenida e intensamente, deseándose el uno al otro. La dama cerró sus ojos y el monstruo abrió sus fauces, lanzado un sentido rugido. Ella rió con insana alegría mientras Paradigma la devoraba con saña.

Manuel Herrera López
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