La conjunción cósmica se dio en el instante preciso para crear el conocimiento. Las aguas de acuario se derramaron por el torrente de la vida, haciendo emerger una vida de entre los remotos soles espirituales. La encarnación mística, unida por el lazo anímico, trascendió lo imposible, permitiendo que un ser único se formara en el plano más denso de la existencia.
¡Puja! ¡Puja! ¡Puja! Agarraba su mano, impotente y expectante. ¡Puja! Y Sofía nació.