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Tríptico

14 de julio de 2002

Así comenzó todo. En algunas ocasiones me detuve para mirar el pasado, intentando indagar lo que contenían todos esos oscuros hechos. Con un deseo sublime por superar mi tristeza, caminé por el sendero trazado por los fantasmas de los recuerdos, sin resistirme, sin sentirme intimidado, sin el temor al próximo paso.

Era una noche de abril. La luz de los focos iluminaba impecablemente el prado del parque. Descalzo recorrí el lugar en busca de algo que me sorprendiera. Cuando mi conciencia regresó a mi mente, me vi tirado en el jardín siguiendo las líneas que dejaban a su paso las gotas de rocío que rodaban en el medio de una grandes hojas. Me quise levantar, pero ni siquiera podía mover mi cabeza; me sentí atado, no, más que eso, me sentí petrificado. Solo mis ojos se movían, casi en contra de mi voluntad. Así vi como se rasgaba el cielo con los primeros colores del alba. Todo esfuerzo era vano e inútil, no lograba mover un solo dedo. Pero de la desesperación pasé a la tranquilidad. Mi cuerpo se hizo más lento, más denso. Cerré mis ojos, no los necesité más para sentirme vivo. con el paso del tiempo aprendí a moverme de otra manera, más sutil y armoniosa. Finalmente lo conseguí, en una explosión de alegría, y con un impulso desde lo más profundo de mi ser, florecí.

uno

En medio de la bulla de la época, y rodeado de miles de personas, yo seguía solo. No es difícil imaginárselo. Una persona con mis ideales y metas pocas veces puede hallar a alguien que son sus palabras logre traspasar más allá de mi corteza cerebral. Con mi actitud hosca y huraña, fachada de un mundo triste y solitario, evadía cualquier intento de socializar. Inmutable como un roble permanecía de pie soportando los vendavales que intentaban arrastrarme al interior de este mundo superfluo y banal. Pero cuando mis hojas empezaban a perder su esplendor, mi vida se agotaba y mis fuerzas decaían, en ese momento la vi. Bella y fresca como un amanecer, clara e impecable como una gota de agua, llena de bondad e inconsciencia, ella brilló para mi. Mi armadura se desmoronó con su mirada, mi espada se oxidó con su voz, y caí rendido a sus pies, vencido por el hechizo de la blanca señora de la eternidad.

dos

En esta villa remota y pacífica todos éramos amigos, casi hermanos. Nadie guardaba secretos, mi vida era tan conocida como la de todos los demás. Y esto no era impedimento para ser felices; aun conociendo los defectos y desviaciones de mi vecino, aun así seguía siendo mi amigo. Infortunadamente existía algo que nos desvelaba, algo remoto que siempre estaba presente en todo momento dentro de nuestros pensamientos. No conocíamos nuestro origen, y esto, para un ser con consciencia, es extranamente aterrador. Pero nadie estaba dispuesto a presuponer ni mucho menos a indagar más allá de lo poco que creíamos saber. Generaciones atrás se impuso el presunto hecho de que simplemente llegamos y yá. Llegar así, llegar a secas, eso desde pequeño me parecía mentira, más aun al ver tantos ejemplos que diluían el dogma de la generación espontánea. Pero en un típico ejercicio de escuela, ese en donde se siembra una semilla en un algodón húmedo y se ve como crece y se transforma en una planta, en ese ejercicio surgió mi gran idea, la maravillosa y más dañina idea que florecería en nuestra pequeña, pacífica y remota villa. Luego de varios años de análisis, recopilación, síntesis y muchos dolores de cabeza, planteé ante todo el mundo mis conclusiones. Dije que provenimos de dos seres que fueron "sembrados" en la tierra por un eterno Granjero Supremo, quien quiso que existiésemos solo por su propia voluntad. Así, estamos aquí gracias a que alguien así lo quiso. Nadie objetó mis ideas, pero tampoco me dijeron una sola palabra. Sin embargo, todos comenzaron a pensar, y no es que eso sea malo, el problema es que las cosas dejaron de funcionar. Algunos abandonaron su habitual rutina para dedicarse de lleno a la adoración del Granjero Supremo. Yo les expliqué que eso era solo una metáfora, que no tenía que ser precisamente un granjero con pala y azadón, que era un simple simbolismo, pero hasta imágenes y figuras de mi Granjero Supremo comenzaron a llegarme para que les diese mi aprobación "oficial". Pero otra facción de la villa se comportó radicalmente diferente. Concluyeron que si el Granjero nos había sembrado, era con el fin de devorarnos tan pronto como fuéramos suficientes para su apetito, y como el "fin" se veía cerca, no había motivo para seguir existiendo. Me agradecieron por abrirles los ojos y me titularon el "salvador". Todo ocurrió muy rápido, pero un día al despertar, vi como la villa ardía hasta sus cimientos. Los adoradores arremetieron contra los fatalistas, y estos sin temor a la muerte, contrarrestaron terriblemente el ataque. Pero yo vivía lejos y no escuché nada. solo a la mañana siguiente del apocalipsis vi como todo un pueblo de hermanos se había matado cruelmente. Nadie sobrevivió, solo yo, el idiota que pensó de más.

tres.

Manuel Herrera López
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