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Ser

17 de junio de 2002

En ciertos momentos de la vida, sobre todo en aquellas ocasiones en que el calor abruma los sentidos, uno ve como el tiempo, implacable enemigo de las ilusiones, ha horadado y oxidado nuestro destino.

Recuerdo cuando joven la feliz incertidumbre de mi existencia. Nada me importaba. ¡Hermosos recuerdos!

Ahora, decrépito y derruido, el árbol que me vio nacer vive sus últimos momentos. Y al igual que el, mis vetustos ropajes albergan un envejecido cuerpo, decrépito y derruido. Pero ese árbol y este cuerpo, agobiados por la fatigante existencia, no son sino el vehículo de algo más supremo y eterno, algo perenne que al morir transmutará y seguirá existiendo. Hoy, por vez primera, me alegro de conocer mi futuro, mi felicidad será no dejar de ser.

Manuel Herrera López
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