Improductividad mental. Ese fue el resultado de los análisis de laboratorio. Al principio creí que era una broma de mi amigo médico. El, en un tono muy serio me leyó el examen y se dispuso a explicarme las causas y consecuencias de mi enfermedad (esto de enfermedad ahora lo pongo en duda).
- Todo comienza con un ligero malestar en la boca del estómago- comenzó mi amigo. Se puede llegar a creer que es consecuencia de la falta de ingestión de elementos nutrientes.
- Ah, hambre.
- Si así es- me dijo mirándome de tal forma que me sentí obligado a callar y escuchar. Sin embargo, así se engulla un suculento manjar la sensación continuará, más aun en presencia de ciertas personas.
- Tiene razón, ahora que recuerdo todo comenzó así.
- Si, pero solo es el comienzo.
Me di cuenta que esto sería más largo de lo que suponía, así que me acomodé en el sillón y distensioné mis hombros, subí un poco la cabeza y encendí un cigarrillo. Mi amigo me dejó hacerlo. El sabía que yo no fumaba pero esta situación merecía algo que calentara mi interior.
- Todo esto va acompañado de un cambio gradual en la personalidad. Se empieza a percibir el mundo de una manera, como decirlo... anormal.
- ¿Anormal? Eso suena ofensivo mi querido amigo ¿Cómo así que anormal? Yo sigo viendo todo de la misma manera, es más hasta he mejorado mi capacidad de observación, los detalles se me hacen más evidentes que antes.
- ¡Eso es! Es una deformación de la realidad. No está viendo las cosas como son: la mente añade de golpe supuestos irreales a los que los ojos, el mecanismo físico de percepción óptica, captan.
Eso me tomó por sorpresa. Primero me dicen que me estoy volviendo idiota, y ahora loco. Mi paciencia se empezaba a agotar. Luego de toser un poco me tragué otra bocanada de humo. Me quise parar y salir corriendo de allí pero una mano en mi hombro me detuvo. Giré la cabeza y ahí la vi. Estaba radiante y su mirada me trasladó a otro universo. De inmediato olvidé todo lo que me habían dicho. Volví la vista hacia mi amigo, le quité los resultados y salí sin despedirme.
Ella me abrazó y caminamos por el parque en silencio. Me detuve de repente y la miré fijamente a sus preciosos ojos. Vacilé un instante en contarle mi situación. Una lágrima rodó por su mejilla mientras me decía que sin importar el resultado siempre estaría a mi lado. No salió una palabra de mi boca, solo atiné a darle el maldito papel. Cuando ella lo tomó caí en cuenta que ni siquiera lo había leído.
El viento arrastraba algunas hojas rojizas sobre la calzada, el cielo estaba azulmente despejado y algunas golondrinas trinaban en los árboles aledaños. Ella leía la arrugada hoja sin siquiera mover una pestaña. Mi inquietud se acrecentó cuando ella dobló el papel y me miró. Ese instante me pareció eterno; pude ver como sus cabellos se levantaban uno a uno hasta despejar por completo su rostro. Nunca había visto a alguien tan detalladamente como ahora lo estaba haciendo. Cada poro de su piel se me hacía tan complejo como un mundo entero. De repente el tiempo volvió a su curso normal, y la hoja voló a lo lejos.
- ¿Qué dice?- le pregunté ansioso.
Me miró y sonriendo me dijo que tenía un grave mal. Estaba enamorado.