Extraño, palabra con muchas connotaciones de disímiles significados, pero uno de ellos, aquel que denota la acción presente de su verbo es aquella a quien ahora me dedico.
Extraño tus ojos, ocultos bajo un azuloso cristal que los protege de la mirada ausente del público en general. Extraño como se enfocan en los míos, como bordean mi cuerpo, como brillan con el sol del atardecer, como disipan mi amargura, como expresan, de un modo tan sutil, los colores de su alma.
Extraño tus labios delgados y provocativos, suaves como espuma. Extraño las palabras que modulan. Extraño, profundamente, como dibujan esa luminosa sonrisa, poderoso alimento de mi felicidad. Extraño la suave caricia, tímidamente ejecutada, de tus labios uniéndose con los míos.
Extraño tus manos, fuertes y delicadas, aquellas que me han dado tu calor, que con tanta ternura han recorrido mi pecho. Extraño cómo se enlazan con las mías dándome la fortaleza antes perdida.
Extraño tus pensamientos. Extraño tus abrazos. Extraño tu alegría. Extraño la extraña forma en que me extrañas. Te extraño tanto, como nunca había extrañado. Aún así existen muchas cosas que no extraño, cosas que no puedo extrañar porque no conozco, esas cosas que espero algún día descubrir cuando estemos juntos.