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Cogito

14 de julio de 1999

Creyéndose poseedor de la infinita sabiduría nunca flaqueó ante ningún reto, por imposible que fuese, siempre salía victorioso y con la frente en alto. Pero la vida le depara terribles destinos a aquellos que desafían el principio divino de la eterna ignorancia. El fue uno de ellos. Ufanándose de conocer todo cuanto existía en el Universo, y sin nadie capaz de refutárselo, fue hecho un rastrojo al enfrentarse a un adversario nuevo para el, siempre subestimado por su intelecto, ilógico y absurdo, totalmente irreal en su mundo.

Sin miramientos, este enemigo vilipendió por completo a su existencia y la redujo tan maravillosa mente a un puñado de temblorosas neuronas.

Él, el más sabio de los sabios, supremo conocedor del saber supremo, nunca llegó a creer que el amor fuese tan poderoso de volverlo de nuevo humano.

Manuel Herrera López
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