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¿El Último Camino?

14 de junio de 1999

Cuanta veces he transitado por este sendero, siempre con un nuevo sentimiento, una nueva sensación. Momentos de alegría llenaron mi mente, delicados alisios de miedo ventearon en mi rostro, amargas gotas de desilusión empaparon mi cabello, calurosos rayos de amor atacaron mi pecho, un nunca antes visto puño de culpa rompió mi corazón. Siempre el mismo camino, siempre un nuevo pensamiento. Para todos una simple calle, normal ruta en sus vidas, insensibles a todo aquello que encierra palmo a palmo los 50 metros que la componen pasan sobre ella ahogados en sus superfluos sufrimientos, tan volátiles como una gota de rocío luego de la lluvia.

Pero era de esperarse. Solo un observador ojo y un sensible corazón podría detectar la perfecta armonía de todo aquello que compone esta vía, y aun así, yo, todo un mediocre de vista, pude captar los resplandores emanados por el espíritu del camino, la vida errante del caminante. Paso a paso disfruto del aroma vivido por tantos seres que por allí pasaron. Vidas de tantas formas y colores, de delicados sentimientos y toscos pensamientos. Aunque busque un nuevo camino, este lo posee todo. Ha hecho brotar de mi boca tímidas sonrisas, dibujó en mis pálidas mejillas lágrimas de transparente amor, escuchó con paciencia mis inútiles súplicas, acalló con su tranquilidad mi ira pasajera, consoló con su verde color mi desesperanza, recibió placentero un grito de felicidad, protegió con su luz mi desolado corazón. Un camino, una vida, un maestro.

Nadie me ha dado tanto como este corto trecho, le debo un día y toda mi vida. Aunque pase cientos de veces por allí, sentiré de nuevo todo aquello que me ha ofrecido y complaciente he aceptado.

Pero algún día (con alegría y no con afán lo espero) estarás tu al final del sendero, eterno compañero, para mostrarme una nueva ruta por la cual lleguemos los dos a la felicidad.

Manuel Herrera López
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