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Inexperto #2

19 de mayo de 1999

Era un abstracto concepto para mí débil mente, más allá de toda idea, un estado más allá del plasma solar, eso era para mí. Mis insensatas acciones me empujaron al abismo, ahora, aquí desde esta infinita sima contemplo con angustia, o quizá con ilusión, la delicada sombra de la muerte aguardando mi acenso a sus brazos.

Con arrojo y valentía se lanzó con su espada en alto vociferando el canto del buitre hacia su eterno rival. Inmóvil y sorprendido cayó aquel que en su vida fuera su más preciado rencor. Pero para su desgracia vio a su amada recoger del piso el sangrante cuerpo del caballero y llorar sobre su pecho lágrimas de amor.

La lluvia acabó con su tranquilidad, apagó el último fuego de esperanza, opacó su lamento final. Las gotas corrían por su rostro brillando con los rayos del sol en su ocaso. Repentinamente recordó su primer beso, ese relámpago rosa que una vez encendiera su monótona vida. Quiso llorar pero no pudo, lo único que fluía de su interior eran las más incoherentes y hermosas palabras. Su larga y roja cabellera lucía tan bella que solo pude suspirar y largarme de ese lugar sin dejar huella alguna en su mente.

El sendero de su vida, recto y sin tacha, se vio tiznado de incertidumbre al descubrir el vacío dejado por aquella persona que irrumpió algún día en su corazón y hoy lo abandona sin decir una sola palabra. Aun llueve, firme como un roble soporta el incesante golpeteo del cielo en su cabeza. La duda dejó de ser metódica para transformarse en melancólica. Oscuros pensamientos trastocaron sus sentidos derrumbándolo todo violentamente al oscuro fango de la soledad. Se ahoga ahora en la perdición, su mirar se desvía a lo banal, sus pies lo llevan a lo más recóndito de la vida, a lo más negro del obrar, a lo más ruin del pensar. Su vida, recta y sin tacha, nunca le mostró lo cruel e infame que puede ser un beso sin amor.

Manuel Herrera López
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