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Desilusión

04 de octubre de 1998

En un total estado de embriaguez, el, un ser normal -demasiado-, se ubicó sin temor alguno frente a su victimario y solo esperó.

Espera: lapso de tiempo en el cual el ansia carcome el alma. Dícese de un estado de bucólica hipnosis en el cual el fluir del tiempo es una abstracción sicológicamente improbable.

Una tibia corriente de aire envolvía su cuerpo haciendo flotar su cabello negro junto con sus pensamientos que poco a poco se diluían con los rojos matices del ocaso.

Su historia se remonta a más de 10 años de sufrimiento ininterrumpido. Conoció todas las debilidades del ser en su propio ser.

Ser: objeto tangible víctima de sus propios deseos.

Por esto, lo último que le faltaba por experimentar era el más grande y final sufrimiento de la carne. No sentía miedo, ya antes lo hemos mencionado, pues sus masoquistas costumbres lo habían extinguido hacía mucho. No sentía tristeza, ya lo había sentido todo, la tristeza le era tan habitual como cepillarse los dientes, y cabe anotar que nunca tuvo caries. La posibilidad de un desenlace diferente no encontraba lugar en sus pensamientos, casi se podría decir que conocía el futuro. De esta manera, parado sobre los rieles del tren se fumó su último cigarrillo y recibió el impacto.

Pero el golpe no lo mató, ni siquiera lo hirió, ni un rasguño, un moretón, ni siquiera se despeinó. Su cuerpo se empezó a desvanecer lentamente, átomos flotando se evaporaban de su ser. La desilusión lo invadió, ¿sería esto acaso lo último?, ¿porqué la muerte no le dolía?

Aun está allí, esperando, aguardando lo imposible, después de muerto ¿qué más se podrá esperar?

Manuel Herrera López
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