La pequeña Dama. Hoy me encuentro en el supremo estado, más allá de cualquier banal sentimiento, más profundo que cualquier otra depresión.
La pequeña Dama. Fue sólo un instante, sólo eso fue necesario para que volviese a mi la secreta inspiración, aquella que impulsa mi real ser, oculto bajo el oscuro manto de la insípida razón, casi en estado de hibernación. Ese ínfimo instante significó para mi el retorno a la conciencia, el abrir de nuevo las puertas de la percepción.
Pequeña Dama. De nuevo siento el rojo fluir de la vida, me recordaste el motivo de la existencia, protegiste aquel sueño que se resignaba a morir dentro de mi.
Tu, Pequeña Dama, me diste un suspiro de tu vida que será para mi una infinita felicidad, alejando de mi al confortable idiota que se empecinaba en apoderarse de mi espíritu.
El solo brillar de tus ojos será suficiente para mí. Pero ¿podré algún día tocar tu alma?