Como claramente dice el título de esta nota, el eje fundamental de esta disertación es un acto delincuencial muy conocido por los habitantes de nuestra tropical y paradisiaca ciudad de Bogotá: El Atraco.
A eso de las 8:00 p.m., luego de viajar más de una hora en un cómodo automotor de servicio público con destino al exclusivo sector de Patio Bonito, viaje de por si muy agradable y caluroso, en el cual me codeé con distinguidísimos habitantes de tan memorable lugar, me apeé en la Calle 13 con Avenida Boyacá.
Presto a caminar el kilómetro y medio que hay desde ese lugar hasta mi residencia, dudé un poco en si ser un mal peatón y atravesarme la Calle 13 y esquivar los cientos de carros que por allí transitaban, o caminar un poco más y pasar por debajo del puente vehicular con total seguridad.
A la vista de la situación opté por pasar bajo el puente. Como cosa peculiar, observé que muy pocos peatones se hallaban en el sector, diferente al común de las ocasiones en que por allí he pasado a esta hora.
Cuando ya me aproximaba al paso peatonal que se encuentra bajo el puente, me salió al paso un personaje de alrededor 1.50m de estatura, muy normal, con pinta de operario de alguna empresa. Al acercárseme me pidió una ayuda para poder llegar a su destino, el populoso sector de Tunjuelito. Como es mi costumbre, no le paré muchas bolas y decidí no darle nada. Mientras seguíamos caminando uno al lado del otro, posó su mano izquierda en mi hombro derecho, insistiendo con un tono mucho más agresivo. Al ver este que yo caminaba más rápido, trató de detenerme, entonces vi como de su mano derecha, extendida hacia abajo salía la hoja de un puñal automático, tal vez una punto siete.
En ese momento traté de safarme, pero el lanzó un grito y me dijo: "Flaco, deme tota la plata, sáquese todos los billetes, YA!!", y con otro alarido sordo llamó a su cómplice; un tipo mucho más alto que yo y acuerpado salió de detrás del puente, donde hacia unos instantes acababamos de pasar. Me querían hacer el sandwich. El grandulón llevaba también un puñal similar y se acercó a nosotros con prontitud.
Mi reacción inical fué correr, pero temía que me alcanzacen o que me apuñalaran por detrás, así que cojí al enano de su muñeca derecha, donde tenía el puñal y de su hombro izquierdo. El tipejo me gritó que lo soltara, mientras yo pensaba en que hacer y observaba la situación.
No digo que no estuviese asustado, pero ellos no reaccionaban con decisión o agresividad. Esto me dió la oportunidad de no demostrarme amedrentado, y logré alejarlos de mi. El granulón dudó en acercarse más mientras el enano retrocedía. Ahí apliqué la mejor técnica de pelea que conozco: salir corriendo. Puse pies en polvorosa y me alejé unos quince o veinte metros. Volteé a mirar a ver si me seguían, pero ellos corrieron en dirección opuesta a la mía. Me detuve cuando ellos ya casi daban doblaban la esquina y les grite a todo pulmón: "hijueputas!!!".
Luego de eso, seguí mi camino, bastante agitado, pero sin correr. A cada rato volteaba para ver que sucedía, pero finalmente no pasó nada.
Como primera reacción, se me vino a la mente la falta de presencia policiva de la ciudad. Es que solo basta ver a muchos agentes de la ley tomando tinto o echandole los perros a muchachas del servicio, mientras a cientos de personas a diario roban, agreden y matan en lugares tan comunes como el de los hechos de hoy.
Pero realemente la culpa no la tienen ellos, que en últimas no son sino empleados y trabajadores con una actividad tan difícil como la de velar por el orden.
Si ser odioso con comparaciones, y guardando las proporciones, se me viene a la memoria un aparte de un documental de Michael Moore "Bowling For Columbine", en donde tratan sobre la estupidez americana y su paranoia por la violencia. Pero en el aparte que recuerdo ahora, Michal Moore viaja a una ciudad de Canadá, frente a Detroit. Allí entrevista a varias personas y les pregunta, si mal no recuerdo, si alguna vez en su vida fueron víctimas de la violencia. De muchos de los que presentan solo uno dice que sí, que en alguna ocasión unos muchachos entraron a su casa y se robaron algunas botellas de licor. Michael Moore entró a varias casas, como "Pedro por su casa" pues ninguna tenía cerradura o candados.
Bueno, pero ¿eso a que viene a cuento? Pues la violencia, la agresividad, los crímenes personales son solo originados por la cultura y educación de los pueblos. La paranoia del mal en este y otros muchos paises no tiene distinción de estratos. Ahí ve uno al presidente y su caravana de tropecientos mil carros negros cerrando calles y asustando a todo el mundo solo porque cree que lo van a matar en la Avenida El Dorado. O a mi abuelita materna que apenas si tenía un radio de pilas y un televisor en blanco y negro más viejo que ella, poniendole cuatro candados a la puerta, tres pasadores y la estatua del perro dalmata a escala real frente a la ventana para que no se le entraran los ladrones.